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La plaga gris, el fin del mundo provocado por nanomáquinas


Fotograma de «Trascendence», donde los «nanobots» reparan y construyen máquinas y adquieren la autonomía - Warner Bros. Pictures / Alcon Entertainment

El premio Nobel de Química entregado este miércoles premia a los pioneros de las nanomáquinas. En algunos círculos se ha popularizado la idea de que estos dispositivos comiencen a replicarse solos y perdamos el control

Los científicos no siempre trabajan en investigaciones sesudas y abstractas. Lo demuestra el hecho de que tres investigadores europeos recibieran este miércoles el Premio Nobel de Química por inventar motores, cadenas, bombas, ejes, interruptores e incluso un pequeño coche. Eso sí, a una escala tan mínima que sus dispositivos miden la milésima parte del grosor de un pelo.

Al igual que ocurrió cuando los hermanos Wright comenzaron la historia de la aviación en un momento en que aún no se sabía para qué servía volar, la Real Academia de Ciencias Sueca reconoció ayer a Jean Pierre-Sauvaje, a Sir Fraser Stoddart y a Bernard Feringa por inaugurar un campo: el de las nanomáquinas, o las «máquinas más pequeñas del mundo».

Estas podrían permitir en el futuro crear «robots» capaces de liberar medicamentos de forma controlada, detectar y atacar a células cancerosas o incluso fabricar tejidos o materiales inteligentes. Otros han ido incluso más allá, y han propuesto que en el futuro podrían transformar las ciudades y servir para crear puentes y tuberías capaces de autorrepararse a escala microscópica. «El potencial es inmenso», dijo Mark Miodownik, experto del University College de Londres en «The Guardian».

La plaga gris
Pero algunos científicos han alertado del riesgo que supondría que en el futuro estas nanomáquinas comenzaran a replicarse por sí solas y se convirtieran en un «virus» capaz de devorar la materia de la vida y de la Tierra. Este es el escenario propuesto en la hipótesis de la plaga gris, o «grey goo» en inglés.

El término fue acuñado por el científico Eric Drexler, en un libro publicado en 1986 y llamado «Motores de la Creación». Allí dedicaba apenas dos párrafos para hablar de un futuro donde nanomáquinas autónomas serían capaces de replicarse, pero los entusiastas de la ciencia ficción pronto popularizaron esta idea y la tiñeron de implicaciones apocalípticas. La plaga gris había nacido.

En 2004, la Royal Society publicó un amplio informe sobre los riesgos sociales y ambientales de la nanotecnología, y concluyó que los supuestos riesgos de la plaga gris eran tan lejanos en el tiempo que no había necesidad de preocuparse por ellos.

«No ha habido experimentos prácticos en este periodo. La razón e simple: hay tantas objeciones y dificultades científicas fundamentales, que la mayoría de la comunidad científica cree que la creación de nano-robots autorreplicativos mecánicos es imposible», reza el informe en el anexo D.

«La obsesión con imágenes obsoletas de ciencia ficción con enjambres de "nanobichos" que se replican ha distraído nuestra atención de los problemas reales que ha creado la revolución de la nanotecnología», explicó después Drexler.

Entre estos problemas reales, la Royal Society destacó la aparición de nuevos efectos secundarios sobre la salud y de nuevos impactos sobre el medio ambiente, así como nuevos escenarios éticos y sociales.

Preguntado por los periodistas este miércoles, el propio Bernard Feringa ha tenido que reconocer que no teme un futuro apocalíptico provocado por los descendientes de sus nanomáquinas: «Tenemos que pensar en cómo encargarnos de estas cosas con seguridad. Pero no estoy muy preocupado sobre eso. Creo que podremos construir dispositivos seguros».

Las nanomáquinas más poderosas
En realidad, cuando estos investigadores premiados este miércoles crean motores y nanomáquinas, lo único que hacen es crear «moléculas gobernadas por las leyes de la química», tal como escribió Dean Astumian.

Además, en todo caso lo máximo a lo que pueden aspirar es a modificar inventos que ya existen en la naturaleza. De hecho, se puede decir que todas las células son fábricas donde hay motores, unas máquinas minúsculas cuya función básica es transformar energía química en algún tipo de movimiento.

Gracias a eso se contraen los músculos, se separan los cromosomas o se mueven los espermatozoides, pero no solo eso: Las nanomáquinas celulares son claves en procesos fundamentales para la superviencia como la replicación de genes, la transcripción y la traducción (importantes a su vez para que las instrucciones de los genes tengan efecto sobre el funcionamiento de las células), y también para el transporte de sustancias y orgánulos dentro de las células, los movimientos y la división.

Entre estas nanomáquinas están las miosinas, proteínas motoras que permiten la contracción muscular, las dineínas, proteínas que parecen patas y que son capaces de moverse a lo largo de andamios celulares o las ATP sintasas, complejos que pueden girar dentro de las membranas de las células y que son claves para producir potenciales químicos.

FUENTE: ABC.ES

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