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La Edad Media no fue una época tan oscura para la Ciencia como parece


La caída del Imperio Romano convirtió a las escuelas monacales en el último refugio de la educación - ABC

Es frecuente recurrir al tópico que identifica la Edad Media como un periodo oscuro donde el conocimiento, especialmente el científico, era inexistente o se limitaba a una versión muy escuálida de la Ciencia Griega. Se olvida que la caída del Imperio Romano debilitó las estructuras educativas que servían de soporte al conocimiento científico y que la pérdida del uso del griego, idioma en aquella época del conocimiento científico, obligaron a la Edad Media a reconstruir el conocimiento desde una situación muy difícil con sólo unas pocas obras científicas traducidas al latín. En un periodo temporal extenso, en el que fueron protagonistas las escuelas monacales, las reformas carolingias y las escuelas del siglo XI-XII se llegó a la fundación de las Universidades, una institución de alcance europeo que sirvió de refugio y potenciación del conocimiento, impulsando lentamente la Ciencia con una fuerza intelectual sin precedentes en la Historia.

Aunque el conocimiento más elevado en las Universidades correspondía a la Teología, Derecho y Medicina, la Filosofía Natural (término que en aquella época correspondía a lo que entendemos hoy por Física) empezó a desarrollarse con fuerza. El acceso a las obras aristotélicas, principalmente a partir de las traducciones al latín de textos griegos e islámicos, y su adaptación al cristianismo, hizo que a finales del siglo XIII la Filosofía Natural tomara un rápido impulso en las Universidades.

Inglaterra y Francia
En el siglo XIV coexistieron dos importantes grupos de profesores universitarios que potenciaron la Física: los calculadores del Merton College en la Universidad de Oxford y la conocida como Escuela de Física de París. En la Edad Media el intercambio entre las universidades (profesores y estudiantes) era frecuente, y las relaciones entre Oxford y París eran fluidas, a pesar de los conflictos entre Francia e Inglaterra como la Guerra de los Cien Años, enriqueciéndose ambas universidades con dichos intercambios.

Los calculadores de Oxford tuvieron el enorme mérito de empezar a «desatascar» la Cinemática, disciplina de la Mecánica que estudia el movimiento de los objetos, que se encontraba muy limitada en el conocimiento aristotélico. Aristóteles interpretaba el movimiento local (el movimiento que entendemos en Física) como una parte del cambio en general, cuestión que dificultaba encontrar una explicación aceptable del movimiento y los conceptos asociados a él. Los calculadores aclararon términos como velocidad, aceleración, movimiento uniforme y movimiento uniformemente acelerado. Incluso demostraron el Teorema de la Velocidad Media, que continúa con validez en la actualidad. Con el tiempo, sus definiciones y conceptos llegaron a las Universidades Europeas y a científicos como Galileo, precursor de la Ciencia Moderna.

Incluso durante la Guerra de los 100 años, científicos ingleses y franceses mantuvieron colaboraciones
En París, un grupo de profesores, entre los que destacan Jean Buridan, Nicolás de Oresme, Alberto de Sajonia, Enrique de Hesse y Marsilio de Inghem también impulsaron fuertemente la Filosofía Natural. Nicolás de Oresme, el más sobresaliente de todos ellos, introdujo la representación geométrica de los conceptos de la cinemática y fue un precursor de la Geometría Analítica. Sus dibujos utilizados en sus demostraciones fueron utilizados en Europa hasta el siglo XVII, ayudando también al desarrollo de la Física Moderna. Asimismo, introdujo debates importantes en los que argumentaba a favor de conceptos como el movimiento de rotación de la Tierra y lo que conocemos como principio de relatividad de Galileo. Sus argumentaciones sobre el movimiento de rotación de nuestro planeta fueron utilizadas por Copérnico cuando presentó su modelo heliocéntrico en el siglo XVI. Los trabajos de la Escuela de Física de París también se expandieron por Europa, aprovechando además, que con el Cisma de Aviñón (periodo en el coexistieron dos Papas, uno en Roma y otro en Aviñón) hizo que Marsilio de Inghen y Enrique de Hesse se posicionaran a favor de Roma abandonando París; Enrique de Hesse se instaló en Viena y parece que obtuvo la bula fundacional de su Universidad, mientras que Marsilio de Inghen fue el primer Rector de la prestigiosa Universidad de Heidelberg (Alemania), ambos favorecieron la expansión por Europa de las ideas y trabajos de la Escuela de Física de París.

Domingo de Soto acertó con su caída de los cuerpos en un movimiento uniformemente acelerado
En el tema del desarrollo de la Cinemática, vital para la Revolución Científica de los siglos XVI-XVII, hay un español que también realizó importantes contribuciones, Domingo de Soto. Este dominico, que sobresalió también en disciplinas como el Derecho, Filosofía y Teología, vivió en el siglo XVI y su concepción de la Física era todavía medieval aunque sus propuestas sirvieron de enlace con concepciones más modernas de la Física. Domingo de Soto acertó en su idea de que la caída de los graves (caída de los cuerpos por efecto de la gravedad) se correspondía con un movimiento uniformemente acelerado permitiendo una identificación clara de lo que significaba la caída de los cuerpos. Es conocido que las ideas de Domingo de Soto llegaron a Roma y, muy probablemente, fueron conocidas por Galileo.

Durante la Edad Media se realizaron contribuciones importantes y vitales para el desarrollo de la Ciencia tal y como la entendemos en la actualidad. No hay discusión que personajes como Copérnico, Kepler y Galileo impulsaron de manera definitiva y revolucionaria lo que hoy entendemos como Física y Ciencia, pero valorarlos adecuadamente no significa menospreciar y no destacar adecuadamente a todas las personas y épocas que fueron protagonistas en el largo itinerario que nos llevó a la Ciencia Moderna.

FUENTE: ABC.ES

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