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Una de extraterrestres en Mendoza, testimonio real de Carlos William Brandi


La historia.
Hacía un frío tremendo, era un 24 de Julio de 1978 y corría un viento congelado, típico de la época. Me acuerdo que estaba cayendo una helada bravísima, había escarcha en los techos de todos los autos. Yo vivía en Rodeo, pero había salido con una mina de Las Heras. En esa época tenía 19 pirulos y aún andaba a gamba. Acompaño a la chica hasta su casa y tipo 3 de la mañana llamo a un taxi para que me lleve hasta Guaymallén.
Me acuerdo patente la cara del grandote de rulos que me vino a buscar en el 404 gasolero. Se llamaba Aldo Modesto Nievas, tenía 21 años, cara de bueno, antebrazos de camionero y desde los 18 manejaba el tacho. En esta foto salimos juntos en el Congreso Nacional de Ovnis. Yo soy el de brazos cruzados y el Nievas es el de lentes.


Tipo 3 y media íbamos por el Carril Godoy Cruz y cuando llegamos a la intersección con Mitre, en San José, vimos un objeto que se desplazaba lentamente por el cielo, despidiendo luces blancas, a unos 500 metros de altura. El Nievas me pregunta que lo que podía ser. Yo no tenía ni idea. Seguimos viaje pero nos dimos cuenta de que el coso iba en la misma dirección que nosotros, así que le dije al Nievas que lo siguiéramos, que yo pagaba por los kilómetros de más. Una sensación extraña corría por mi cuerpo y no me lo iba a perder. Iba muy lento para ser un avión, pensé. El Nievas miró de nuevo para arriba y se dio cuenta de que no era moco de pavo, así que apagó el reloj del taxi y me dijo “compañero, en esta estamos juntos” y comenzamos a seguir el objeto. Él manejaba y yo le iba indicando por donde iba.
El Nievas le llamó a la central de taxis. Lo atendió el operador de turno Leonardo Argañaraz y le comunicó lo que estaba pasando. El Leonardo se encargó de avisarle a otros taxis lo que pasaba y la dirección nuestra. También le llamó a la policía y le pidió al Nievas que dejase el canal de transmisión abierto. Íbamos relatando el minuto a minuto en vivo. Nos escuchaba el operador y unos 80 taxis que andaban de turno esa noche.
Yo me salía de la ventanilla del taxi para mirar mejor al objeto. Tenía forma de hongo y despedía una luz blanca que de a poco se hacía más y más intensa. Comenzó como las luces altas de un auto, pero cada vez eran más potentes. Me empezó a hacer mal a la vista, pero igual no podía dejar de mirarlo. Por ahí se alejaba un poco y volvía, se perdía entre los árboles y aparecía nuevamente. A la radio nos llegaban comentarios del operador de que lo estaban viendo varias personas también. El Nievas hizo un dibujo de lo que vimos.


El Nievas decía que era un avión, yo estaba convencido de que no. Después de andar varios kilómetros él mismo se dio cuenta de que no era un avión, así que comenzó a hacerle cambio de luces y guiños, pensando que quizás nos podían ver y nos podíamos comunicar con ellos. Yo apretaba con intermitencia los botones de del taxi de luz roja y amarilla. Entonces el ovni nos vio. Pasó veloz delante del auto y se puso a unos 700 metros de donde estábamos. Cuando nos empezamos a acercar, la luz blanca que tenía adelante se comenzó a disipar y dejó prendidas cuatro luces rojas en el borde superior, así como luces de posición. Estaba suspendido en el aire. El ovni debía tener unos 10 metros de diámetro y unos 6 de alto. Sin bajarnos del auto le seguimos haciendo cambio de luces y guiños, entonces volvió a arrancar haciendo zigzag sobre el camino. Nosotros lo seguíamos a unos 100 kilómetros por hora. No reducía la marcha ni cuando zigzagueaba.
Se iba metiendo por los barrios, siempre siguiendo el trayecto de la calle y en absoluto silencio. Después de una curva, se pone a la izquierda del auto y se para después de hacer unos 2 kilómetros.
Llegamos al barrio Santa Ana y habían dos personas esperando el ómnibus. Entonces nos paramos y les dijimos que miraran el recorrido de la fuente luminosa. Una señora, presa de pánico, se tomó de un árbol y gritaba asustada. Lo único que nos dijo, llorando, fue que no la siguiéramos, que la dejáramos. Nuca supimos quieren eran estas dos personas. No fueron localizadas.
Cuando llegamos cerca del autocine Broadway tuvimos el último contacto y decidimos meternos por una calle de piedras para seguir al ovni. Íbamos por una zona industrial, con casas separadas y muchos árboles. A unos 2 kilómetros de seguirlo, el ovni se para, justo en la intersección de los caminos que unen Corralitos con Rodeo de la Cruz. Nos estábamos acercando y la radio comenzó a transmitir entrecortado, emitió un sonido agudo y se cortó. También se nos apagaron las luces y el motor del auto. Pudimos pararnos en la banquina gracias al envión que llevábamos, pero el auto había quedado totalmente sin electricidad. Este es el dibujo de lo que pasó.


De pronto el ovni comenzó a venir hacia donde estábamos. Yo me asusté muchísimo pero también me armé de coraje, me tiritaba todo el cuerpo. Salí corriendo a refugiarme atrás de una casa que había cerca, me caí varias veces, pero el susto era mucho mayor que el dolor. El Nievas se quedó paralizado en el volante del auto, algo le había paralizado las piernas. Había algo más fuerte que la voluntad propia de movernos o no. Él no se podía mover, yo soy boxeador y en esa época estaba entrenadísimo, así que me costó una barbaridad moverme y me caía, pero logré llegar hasta la casa. Después de unos segundos, el Nievas también se vino a esconder conmigo, tropezando y cayendo al piso.
Esto es lo que textualmente dijo Aldo Nievas: “Fue por la emoción de lo que estaba viendo, por lo que se estaba produciendo que no me dejaba. Las piernas prácticamente las sentía, pero no las podía mover. Cuando bajé del auto y volví a ver que la nave seguía, que todavía no se había alejado, ya después perdí, digamos…, me tomó una crisis de nervios, de desesperación, de no poder decir nada, de no poder comunicarle a los demás lo que estaba viendo, de no poder… Yo nunca imaginé que me iba a pasar algo así; pero siempre creí en la existencia de esos aparatos, pues los adelantos de la ciencia me daban la pauta de que verdaderamente existían…”.
Mirábamos a través de la pared. El objeto estaba a unos 100 metros de nosotros, con las luces apagadas. Tenía una especie de ventanillas. A mi me dolía la vista por haber estado mirando tanto tiempo la luz blanca, por lo que la tenía nublada y veía borroso y como si hubiese humo tras los vidrios, pero el Nievas veía bien. Él me iba contando lo que divisaba, a mi me lagrimeaban los ojos. Dice que habían varios seres, eran alargados, esbeltos y altos, muy parecidos a los humanos.
Los ocupantes del ovni fueron descriptos en detalle de la siguiente manera por Aldo Nievas: “En la cabeza parecían llevar una capucha, como la usada por los buzos, pero más alargada. Eran 4 sombras iguales, con trajes pegados al cuerpo, altos y delgados, anchos de tórax, brazos y piernas largas, pero bien conformados. Se apreciaba que una de las figuras estaba frente a un tablero, era el que controlaba la nave, que se mantenía inmóvil en el aire sin hacer ningún ruido, y cuyo interior estaba iluminado por una tenue luminosidad blanca. Las figuras adentro pude verlas cuando se acercó la nave -agrega Nievas-, se desplazaban rápido, una detrás de otra. En esos momentos había quedado paralizado. Quería saber más, pero a los ocupantes los veía nítidamente. Veía los ventanales, veía a la gente que caminaba adentro. Pensaba que me iban a hacer daño, que se venían contra el auto, que algo me iba a pasar. Eso es lo que sentía, pero nunca pensé que estaba muy preparado para tener una comunicación, algo. Sentí entonces mucho miedo, aunque cuando salí y corrí hacia atrás continué observándolos. Mi impresión era como si estuviera en una sala de operaciones, y están los practicantes arriba que lo ven, andando de un lado a otro; eso era lo que ellos hacían, mirando por encima del automóvil”.

Dibujo de los ocupantes según Aldo Nievas.

Después de un rato, el ovni comenzó a elevarse nuevamente y retomó su dirección, hacia el oeste. Nosotros estábamos aterrorizados y apenas se fue volvimos al auto, que arrancó imprevistamente, encendiendo radios y luces, pero con tanta violencia que se quemaron las lamparillas del interior y las de la radio. A varios metros de donde estábamos el objeto volvió a pararse, esta vez a más altura. Se produjo un fogonazo y un estruendo fuertísimo, como una explosión y el ovni desapareció instantáneamente, perdiéndose de la vista de nosotros y de otros lugareños que habían salido.
En estado de shock.
A mi no me había pasado nada, solo me ardían los ojos y los moretones que tenía en las rodillas. El Nievas perdió el sentido luego de la explosión. Los compañeros que ya habían llegado al lugar (Juan Sánchez, Roberto Freire y Julio González) y también presenciaron la luz lo llevaron al hospital, había perdido la conciencia. Lo llevaron al hospital central de Mendoza, donde le aplicaron calmantes y lo sujetaron, estaba sobresaltado. No se quería quedar, pero lo tuvieron en observación hasta pasadas las 10:30 de la mañana. Como consecuencia de lo sucedido continuó en constante estado nervioso durante varias semanas, al igual que yo, viéndose obligado a abandonar momentáneamente su oficio de chofer, y de manera definitiva el de taxista.
Al otro día del suceso volví a la finca y los perros no me dejaron entrar, estaban como locos. Aunque esa noche yo no sentí nada. Volví porque había perdido mi reloj en la carrera. Cuando lo encontré estaba detenido en las 4:11, el reloj del Nievas estaba parado a las 4:04, justo cuando se produjo el paro del motor y el circuito eléctrico.
Comunicado Formal de la IV Brigada aérea
La IV Brigada aérea desvirtuó lo sucedido, haciendo referencia a que las luces detectadas esa madrugada correspondieron a varios aviones militares que realizaban un ejercicio de vuelo.
El comunicado expresa textualmente lo siguiente: “Lo avistado en la madrugada de hoy (lunes 24) son aviones de la unidad que efectuaban ejercicios nocturnos, y las luces detectadas por la población corresponden a los reflectores de las máquinas que se utilizan para los aterrizajes. Esos reflectores son usados para tomar las cabeceras de pistas y, en el caso aludido, la cabecera norte de la pista de El Plumerillo, que precisamente enfrenta a la zona donde los aviones fueron avistados por los testigos”.
Como es sabido, resulta excepcional que los organismos militares salgan al cruce de versiones acerca de la presunta aparición de ovnis en nuestro cielo, aún cuando se hallan involucrados elementos de sus propias fuerzas. La respuesta en este caso quizá se deba a la proverbial cantidad de testigos que avistaron extrañas luces durante esa madrugada en la ciudad de Mendoza. Y, a no dudarlo, a la actitud decididamente receptiva de sus autoridades que, pese para algunos, ofrecieron una explicación.
De todas formas yo insisto en que es para confundir a la población. Independientemente a lo que vivimos, hay cosas que son indiscutibles. Nosotros vimos una sola nave, ellos hablan de varios aviones. Además el ovni no hacía ruido, a diferencia de un avión. Por otro lado el movimiento zigzagueante no lo puede hacer ni siquiera en la actualidad un avión moderno.
El fotógrafo Alfredo Yanzón, del diario Mendoza, registró a las 4 horas desde la terraza de un edificio ubicado en la calle Rodríguez, la presencia de varias luces atribuidas a dichos aviones. Muy extrañas, sobre todo la más grande.



Las declaraciones de Nievas y Brandi fueron publicadas con amplitud en los días siguientes, acompañadas por lo general del comunicado de la IV Brigada Aérea. Lo que llama la atención es que no se hace referencia alguna sobre los ocupantes vistos en detalle por el conductor Nievas, dato que no hubiera escapado al periodismo, indicando por el contrario que el ovni tenía la forma de hongo y que apenas “creíamos ver que en su parte inferior tenía ventanillas o algo similar” (Mendoza, 25 julio de 1978).
Referencias de Diarios
Mendoza, Mendoza, 25 julio 1978; La Nación, Buenos Aires, 25 julio 1978; La Razón, Buenos Aires, 25 julio 1978; La Prensa, Buenos Aires, 26 julio 1978; La Semana, revista, Buenos Aires, n° 92, 2 agosto 1978; Cuarta Dimensión Anuario 1982, Buenos Aires, páginas 76/78; UFO Press, Buenos Aires, IV, n° 13, octubre 1979, páginas 15/16.

FUENTE: http://www.elmendolotudo.com.ar

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