DOCUMENTO. Molina, especialista en el tema, tomó estas imágenes.
Santiago Molina tiene 50 años y una vida dedicada a los enigmas que encierra el renombrado cerro cordobés. Entrá a la nota y enterate qué le contó a Crónica.com.ar.
Santiago Molina tenía tan solo seis años cuando comenzó a darse cuenta de que vivía a media hora de uno de los lugares más misteriosos de la Argentina: el cerro Uritorco, ubicado en la provincia de Córdoba. Mientras sus amiguitos jugaban a la pelota, él ya había sacado a relucir ese costado paranormal que lo llevó a acumular, 44 años después, más de 30.000 fotografías propias de ovnis. Desde hace tres años forma parte del Grupo GIO, integrado por especialistas en la materia. Como no puede ser de otra manera en este punto “caliente” del fenómeno extraterrestre, Molina logra registrar más de diez imágenes impactantes con sólo disparar su cámara durante 15 minutos, todos los sábados, en su querida Capilla del Monte.
El 26 de agosto de 2008 marcaría un antes y un después en su vida. Santiago salió desde su hogar y tomó la ruta 53. Al llegar a una de las curvas vio junto al guardarrail la figura de un humanoide: “Era una especie de monje, rodeado de una niebla gris. No tenía ropa ni rostro. Era sólo una imagen de dos metros de alto, con una esfera opaca en una manos. No bien lo vi me bajé de la moto pero ya no estaba. Entonces ni lo dudé y me volví a mi casa”, relató a Crónica el especialista. La historia no terminó ahí: “Me senté en la computadora y empecé a ver camiones y colectivos que pasaban por la puerta de mi casa. Había sucedido un accidente en la ruta: un hombre había muerto al volcar el camión de bomberos que conducía”, continuó Molina.
Pasó un año hasta que el investigador le comentó la historia a una mujer, que casualmente era pariente del bombero sobreviviente. Allí se juntaron todas las piezas del rompecabezas: “El accidente había ocurrido en el mismo lugar donde yo vi al monje. La señora me contó que el conductor del camión se topó con una figura espantosa en la curva, se asustó y perdió el control del vehículo”, contó el ovnílogo.
A finales de 2011 tuvo otra experiencia extraña. Corría el 31 de diciembre y nuestro amigo se sentía mal. Se despertó con una “gran necesidad de escaparse”, según su propio relato. “Agarré la moto, tomé una curva pero en un parpadeo -aseguró Molina- estaba sobre una recta. ¡Era imposible! Además los números no me daban: no pude haber hecho 18 kilómetros en 10 minutos. Quizá un portal me trasladó de un sitio al otro. Impactante”.
Dos hechos sensacionales que le cambiaron la vida
Corría 1968, Molina tenía seis años y aquel invierno marcó el camino en el que anda hoy. Ocurrieron dos casos sensacionales que le cambiaron su forma de ver las cosas: el 27 de junio, en el barrio Cerro de las Rosas, en Córdoba, tres chicos vieron un ovni plateado y dos seres descender de la nave.
El 13 de julio, un humanoide de más de dos metros de altura fue visto por el dueño de una hostería y su hija. Fueron el comentario del año. La madre de Molina, Teresa Marcelina, le decía: “Vienen de Marte”. Y la fantasía del pequeño investigador, ya a su corta edad, viajaba a la velocidad de la luz.
Fue el 21 de septiembre de 1972 cuando ocurrió el tercer caso: la aparición de un gigante que fue visto dentro de la fábrica IKA Renault, en el barrio de Santa Isabel, prácticamente al lado del barrio donde vivía. Pasó el tiempo. Llegó el 2006 y en plena era digital compró su primera cámara de fotos.
Santiago fue hasta el Uritorco y sacó más de 70 imágenes. Llegó a su casa, conectó la cámara a su televisor y se quedó mudo ante la séptima fotografía: una esfera de luz volaba sobre el cerro. Allí se dio cuenta de que era todo verdad: las naves extraterrestres, los avistajes y las historias. Había descubierto un nuevo mundo: el del fenómeno ovni.
Actualmente toma miles de fotografías y filmaciones, registrando evidencia de una realidad que ya se conoce en el mundo entero: el cerro Uritorco podría ser uno de los “escondites” más importantes de las naves espaciales.
Quienes investigan de cerca el fenómeno sostienen que hay ciudades intraterrenas y que las montañas son los portales hacia esas cuevas, ubicadas en el interior de las sierras.
FUENTE: http://www.cronica.com.ar
Santiago Molina tiene 50 años y una vida dedicada a los enigmas que encierra el renombrado cerro cordobés. Entrá a la nota y enterate qué le contó a Crónica.com.ar.
Santiago Molina tenía tan solo seis años cuando comenzó a darse cuenta de que vivía a media hora de uno de los lugares más misteriosos de la Argentina: el cerro Uritorco, ubicado en la provincia de Córdoba. Mientras sus amiguitos jugaban a la pelota, él ya había sacado a relucir ese costado paranormal que lo llevó a acumular, 44 años después, más de 30.000 fotografías propias de ovnis. Desde hace tres años forma parte del Grupo GIO, integrado por especialistas en la materia. Como no puede ser de otra manera en este punto “caliente” del fenómeno extraterrestre, Molina logra registrar más de diez imágenes impactantes con sólo disparar su cámara durante 15 minutos, todos los sábados, en su querida Capilla del Monte.
El 26 de agosto de 2008 marcaría un antes y un después en su vida. Santiago salió desde su hogar y tomó la ruta 53. Al llegar a una de las curvas vio junto al guardarrail la figura de un humanoide: “Era una especie de monje, rodeado de una niebla gris. No tenía ropa ni rostro. Era sólo una imagen de dos metros de alto, con una esfera opaca en una manos. No bien lo vi me bajé de la moto pero ya no estaba. Entonces ni lo dudé y me volví a mi casa”, relató a Crónica el especialista. La historia no terminó ahí: “Me senté en la computadora y empecé a ver camiones y colectivos que pasaban por la puerta de mi casa. Había sucedido un accidente en la ruta: un hombre había muerto al volcar el camión de bomberos que conducía”, continuó Molina.
Pasó un año hasta que el investigador le comentó la historia a una mujer, que casualmente era pariente del bombero sobreviviente. Allí se juntaron todas las piezas del rompecabezas: “El accidente había ocurrido en el mismo lugar donde yo vi al monje. La señora me contó que el conductor del camión se topó con una figura espantosa en la curva, se asustó y perdió el control del vehículo”, contó el ovnílogo.
A finales de 2011 tuvo otra experiencia extraña. Corría el 31 de diciembre y nuestro amigo se sentía mal. Se despertó con una “gran necesidad de escaparse”, según su propio relato. “Agarré la moto, tomé una curva pero en un parpadeo -aseguró Molina- estaba sobre una recta. ¡Era imposible! Además los números no me daban: no pude haber hecho 18 kilómetros en 10 minutos. Quizá un portal me trasladó de un sitio al otro. Impactante”.
Dos hechos sensacionales que le cambiaron la vida
Corría 1968, Molina tenía seis años y aquel invierno marcó el camino en el que anda hoy. Ocurrieron dos casos sensacionales que le cambiaron su forma de ver las cosas: el 27 de junio, en el barrio Cerro de las Rosas, en Córdoba, tres chicos vieron un ovni plateado y dos seres descender de la nave.
El 13 de julio, un humanoide de más de dos metros de altura fue visto por el dueño de una hostería y su hija. Fueron el comentario del año. La madre de Molina, Teresa Marcelina, le decía: “Vienen de Marte”. Y la fantasía del pequeño investigador, ya a su corta edad, viajaba a la velocidad de la luz.
Fue el 21 de septiembre de 1972 cuando ocurrió el tercer caso: la aparición de un gigante que fue visto dentro de la fábrica IKA Renault, en el barrio de Santa Isabel, prácticamente al lado del barrio donde vivía. Pasó el tiempo. Llegó el 2006 y en plena era digital compró su primera cámara de fotos.
Santiago fue hasta el Uritorco y sacó más de 70 imágenes. Llegó a su casa, conectó la cámara a su televisor y se quedó mudo ante la séptima fotografía: una esfera de luz volaba sobre el cerro. Allí se dio cuenta de que era todo verdad: las naves extraterrestres, los avistajes y las historias. Había descubierto un nuevo mundo: el del fenómeno ovni.
Actualmente toma miles de fotografías y filmaciones, registrando evidencia de una realidad que ya se conoce en el mundo entero: el cerro Uritorco podría ser uno de los “escondites” más importantes de las naves espaciales.
Quienes investigan de cerca el fenómeno sostienen que hay ciudades intraterrenas y que las montañas son los portales hacia esas cuevas, ubicadas en el interior de las sierras.
FUENTE: http://www.cronica.com.ar
Comentarios
Publicar un comentario